La Violencia Obstétrica, (ejercida) desde el diseño de espacio

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[Imagen: «Mujer embarazada cuando llega a un hospital feo», dibujado por Anna Cano Müller, 11 años]

 

Hace unos días me invitaron a dar una charla a una ciudad del norte de España. Aproveché el viaje para visitar también la maternidad de uno de sus hospitales. Al llegar a la dirección indicada, me encuentro con una entrada principal que me recuerda más a un hotel que un hospital. Un hall con mucha altura, inundada de luz y al fondo unos patios agradables, que llevan luz a zonas interiores y facilitan la orientación. Bajo al sótano, a la zona que me indicaron por teléfono un poco antes. Una de las matronas me pasa a recoger. Cuando pasamos al interior del área, me sobrecoge llegar a un espacio más apropiado para un almacén o una zona de instalaciones.

Me impacta constatar que no hay ventanas, ni siquiera lucernarios, pero intento poner cara neutra mientras la matrona me va enseñando el área. La distribución de espacios es antigua, con pequeños cuartos de dilatación por un lado y paritorios-quirófanos por otro lado. En las habitaciones de dilatación apenas hay sitio, con baños muy pequeños que dificultan la asistencia por las matronas, y tienen puertas correderas que al abrir dejan todo a la vista y permiten que pase el ruido al pasillo. Veo la zona de trabajo donde se amontonan los profesionales, abierta al pasillo, sin espacio suficiente para poder trabajar, y sin falso techo acústico para proteger este foco de ruido.

Me fijo en el ancho del pequeño pasillo central, muy estrecho para realizar maniobras de urgencia.

Veo a una mujer llegando de parto, mientras a otra la colocan en este momento en el mismo pasillo (detrás de un biombo que le ponen para ofrecerle un poco de intimidad), y otra mujer recién parida con su bebé sano llorando. Todo ocurre a la vez en este espacio muy reducido, sin barreras visuales o acústicas.

 

Seguimos por el área y me cuentan que además están utilizando uno de los paritorios para alojar a puérperas, porque les han quitado camas arriba en el área de hospitalización. En este paritorio están dos madres con sus bebés compartiendo los primeros días, en un espacio sin aseo ni ducha privada, sin luz natural, sin intimidad.

Al poco tiempo me empieza a doler ligeramente la cabeza. Entre el ruido, la sobreexposición a la luz artificial, la falta de ventilación natural… me cuesta mucho imaginar realizar una jornada de trabajo de 12 horas en estas condiciones. Está entrando una urgencia, y espero un rato en la sala de estar de personal. Veo una hoja de un calendario pegado en la pared que muestra una ventana al campo. Allí estoy, bajo tierra, y viendo un dibujo de un lugar abierto y soleado.

Resulta que para diseñar una Unidad de Cuidados Intensivos, un criterio imprescindible es la luz natural para la recuperación de los pacientes, porque cuando el ciclo circadiano pierde ritmo, corren peligro de entrar en delirio. Nadie lo cuestiona, y todos intentan aplicarlo en el diseño. Y ¿por qué no aplicamos el mismo criterio para un área de parto? ¿y los profesionales? ¿Acaso una matrona con turnos largos de 12 horas, alterando turnos diurnos y nocturnos, no necesita luz natural?

Resulta difícil creer que un hospital construido en este siglo XXI, tenga estas carencias de base, con un diseño que minusvalora la maternidad y la asistencia a los procesos de parto y nacimiento, y termina relegando el área de maternidad al nivel de una zona de almacenes o sala de calderas, ignorando las necesidades reales de madres, bebés, acompañantes y el personal.

 

Si los espacios y las circulaciones no ofrecen las dimensiones suficientes para poder realizar traslados rápidos de la sala de parto al quirófano, el hospital debería plantearse una reforma o, si esto no fuera viable, un cambio de emplazamiento urgente, para cumplir con los requerimientos mínimos desde el punto de vista de la asistencia médica y la seguridad.

Porque el propio diseño arquitectónico puede terminar siendo un elemento de violencia obstétrica. Cuando la distribución limita tanto la asistencia, cuando el espacio llega a producir problemas físicos y cuando una parturienta no encuentra la intimidad suficiente para parir con dignidad, y una persona acompañante literalmente no cabe, el diseño agrede y violenta.

No puedo evitar pensar que hay un significado profundo en el hecho de que la Maternidad, en este hospital y en tantos otros, esté relegada al subsótano.

Como decía la matrona Agnes Gereb, el grado de desarrollo de una sociedad se puede medir viendo el modo en que dicha sociedad atiende los partos y nacimientos.

Porque los espacios hostiles también pueden favorecer la violencia obstétrica, y al contrario: un espacio agradable y pensado por y para las mujeres y el resto de usuarios, puede ayudar a erradicarla.


Contacto: info@arquitecturadematernidades.es