El concepto de humanización está de moda.
Probablemente, si preguntáramos a distintas personas lo que es la humanización, las respuestas serían muy diferentes, con distintas visiones de las necesidades y por tanto con diversas soluciones teóricas y sus posibilidades de humanización.
A nivel general, la humanización es la búsqueda de la calidad mediante la introducción de medidas concretas que tratan de cubrir las necesidades físicas y emocionales de las personas. O más breve: la humanización es hacer mejor las cosas, poniendo cuerpo y alma. Poniéndose en el cuerpo y el alma de quienes más lo necesitan.
Candela Calle, Directora del ICO, lo resume así: “No es sólo cuestión de efectividad, sino de afectividad”. O el más conocido “calidad y calidez” de la gran Concha Colomer.
Humanizar significa darle la vuelta a todo, es pensarlo todo con empatía y desde el punto de vista del paciente, del usuario, de las personas.
Y este cambio de paradigma afecta al modelo organizativo y de toma de decisiones, los servicios, la atención y dedicación profesional, y también, por supuesto, las infraestructuras que acogen todos los procesos.
La humanización de espacios sanitarios también está de moda, si bien, se corre el riesgo de sólo hacerlo desde la moda, desde la superficialidad, desde la falta de comprensión de lo que significa y supone un cambio integral de espacios. La humanización de los espacios va más allá de la colocación de unos vinilos con dibujos infantiles o unas pantallas con imágenes o programas de la tele. Eso es lo fácil, la foto.
Humanizar nuestras infraestructuras sanitarias es prever un entorno agradable que pueda cubrir las necesidades físicas y emocionales de los usuarios, pacientes, profesionales, familiares y trabajadores. Y eso significa integrar muchas categorías espaciales y arquitectónicas: circulaciones optimizadas, el confort acústico, la funcionalidad, la ergonomía, la salubridad de los materiales, el olor, la señalética y orientación, la luz natural, la sostenibilidad, y un largo etc de ingredientes necesarios para hacer de un hospital, un lugar menos inhóspito. La complejidad de armonizar todos estos ingredientes es parte del trabajo del arquitecto/a. No hay otro/a profesional que lo pueda hacer mejor. Y además, este trabajo de humanizar implica mucho esfuerzo y conocimiento técnico añadido al trabajo tradicional de arquitecto o diseñador como desarrollador del proyecto, es decir, es un trabajo que cuesta dinero.
La arquitectura puede funcionar muy bien como motor de cambios e innovación en las organizaciones: aprovechémosla como aliada pasiva de la búsqueda de la calidad. Y hagámoslo, aunque se nos gaste el concepto “humanización” de tanto usarlo –que diría Rocío Jurado-. Porque más allá del vinilo, de las pantallas o de la propia palabra y expresión tan manida, el paso adelante en calidad a través de la calidez, hay que darlo en todas nuestras instituciones e infraestructuras.
Porque la calidad a futuro será la suma de la tecnología y la humanización.
Parra-Müller es un estudio de arquitectura y diseño especializado en la humanización de entornos sanitarios, con más de 10 años de experiencia, y una trayectoria pionera de innovación del diseño de espacios hospitalarios, reconocida nacional e internacionalmente.
Imagen de portada: Detalle de puesto de tratamiento en Hospital de DÍa Oncológico de Aranda de Duero. Proyecto de Parra-Müller + Virai Arquitectura