La bañera de parto como antítesis al potro obstétrico (II)

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En nuestro primer post «Bañera vs. potro-parte I» hace unos días ya habíamos comentado los siguientes conceptos:

– La bañera envuelve a la mujer, ofrece un espacio íntimo y protegido.
– La bañera ofrece además una gran sensación de protección.
– La bañera apoya el concepto del “parto en movimiento”
– La experiencia de la bañera empodera hasta la mujer más tímida, inhibida y miedosa.

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…pero también nos puede sorprender:

Una madre nos cuenta:

“En mi segundo parto tuve momentos muy especiales en la bañera. No me planteé meterme al agua, aunque el tema del parto en el agua siempre me había llamado la atención.

Cuando tenía unos 10 años recuerdo ver, de casualidad. un documental en televisión sobre un famoso obstetra en Rusia- Igor Tcharkowsky- que atendió a unas mujeres rusas pariendo en el mar a sus hijos. No recuerdo el lugar ni los detalles, pero mi mente grabó estas imágenes, las mujeres en la playa y como se iban metiendo al mar en una especie de laguna, protegida por las fuertes olas. Recuerdo ver a estos bebés como salían suavemente del cuerpo de sus madres y como seguían buceando y después flotando tranquilamente junto a ellas.

Pasó en mi segundo parto, cuando ya había pasado el primer momento de vergüenza. Estaba comenzando con la fase activa de la dilatación, sudaba y me había quitado la mayor parte de la ropa que llevaba. No recuerdo si lo pedí yo o si fue la matrona que me propuso llenar la bañera. Pero recuerdo andar entre contracciones a la habitación donde se encontraba la bañera, sumergirme y sentirme como una reina. La matrona escuchó al bebé, hablamos un poco y se fue. Estando sola, de rodillas y apoyándome en el borde de la bañera en un momento mi cabeza tocó el fular que estaba colgando desde arriba- sobre el centro de la bañera- y en este momento fue como si alguien me estaba acariciando.

Así que cerré los ojos y comencé a moverme para seguir con las caricias de esa tela, y entre la tela cubriendo mi cabeza y el agua caliente cubriendo mi cuerpo me metí como en un trance, un ambiente casi erótico que metió el dolor de las contracciones en un segundo plano. Me iba, pero a la vez estaba centrada como nunca. Me olvidé de todo alrededor, las contracciones se hicieron más seguidas y solo se interrumpió con el primer pujo del expulsivo que vino sin avisar. La bañera me hizo olvidar todos mis miedos de cara a no conseguir mi parto después de la primera cesárea.”