Wuhan o la salud de un hospital modular

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Hoy se ha inaugurado el nuevo hospital de Huoshenshan, más conocido como el hospital de Wuhan. Esta pasada semana, los que nos dedicamos a la arquitectura hospitalaria, nos quedamos pegados a la pantalla, viendo en directo a través de las webcams instaladas, cómo se estaba levantando primero de los dos nuevos grandes hospitales en Wuhan para dar respuesta ante la crisis provocado por el coronavirus. Una tarea impresionante y abrumadora: un hospital para un millar de pacientes, construido sobre un terreno aplanado a la velocidad de un rayo, a base de ir uniendo módulos prefabricados, hasta terminar el edificio y hacerlo funcionar, en medio mes.

Ayer, domingo, leí en El País un artículo con el provocador titulo “Cómo China ha logrado levantar el hospital del coronavirus de Wuhan en 10 días (y por qué en España somos tan lentos)” Y me acordé de una intensa vivencia que me marcó como arquitecta hospitalaria, que gustaría compartir aquí.

 

Proyecto Tempohome, Berlín, 2016

En verano del 2016 me embarqué en una experiencia diferente que resultó ser todo un reto. Una empresa española buscaba arquitecto/a bilingüe para dirección de obra en Berlín. Se trataba de coordinar, en tiempo récord, la construcción de varios «tempohomes» o campos de viviendas temporales para los miles de refugiados que habían llegado a la ciudad tras la gran marcha de refugiados desde Grecia hasta Escandinava a través de Centroeuropa a finales del 2015. La ciudad de Berlín se volcaba con los refugiados y acogió en tan solo 1 año unas 75.000 personas, y a todas ellas les organizó un hogar.

Una vez instalados allí y resuelta los temas de la preparación de terreno y haber encontrado la solución más rápida y válida para la cimentación de los bloques, tardamos unas 4 semanas en levantar el primer tempohome que constaba de 144 módulos, más dos grandes bloques de 24 módulos cada uno, para las instalaciones comunes (lavandería, guardería, etc.), oficinas y el módulo de acceso con la esclusa de control. Los módulos venían ya preparado desde España, 2 por camión y el procedimiento fue tal y como lo cuentan de la reciente construcción en Wuhan. Llegada, posicionamiento, ensamblaje, fijaciones entre módulos, y remates interiores…fila por fila, bloque por bloque, día tras día, con horarios infernales comenzando antes del amanecer.

 

El clima interior

Cada vivienda acogía a 4-8 personas, y consistía en 3 módulos, uno central con distribuidor-cocina y baño y uno en cada lado anexo para el uso de estancia y dormitorio. Los refugiados estaban más que agradecidos, pero con el paso del tiempo quedó en evidencia que esta estructura solo tenía validez como vivienda temporal. El primer campo lo levantamos en verano, pero volvimos en varias ocasiones durante los meses siguientes, y pudimos ver y vivir en primer persona el clima interior de estas módulos de estructura metálica y paneles sandwich: El propio material de los paneles junto con el habitual escaso aislamiento provocaba un ambiente frío en invierno, y calor en verano, situación que se combatía con aparatos eléctricos de calefacción, que añadían un ambiente de sequedad en invierno y en general un gran derroche de energía. Hasta aparecían problemas por condensación en el interior, y nos dimos cuenta que la ventilación no se ajustaba a las necesidades de los inquilinos.

El clima interior de este tipo de construcción modular era todo menos saludable. Los materiales no tenían un olor agradable, el suelo se movía con cada pisada y no contaban ni con confort acústico ni térmico. Y cuando se acercaba el invierno, observé como les costaba mucho a las personas allí recuperarse de los resfriados en este ambiente.

 

Los módulos del hospital de Wuhan

Los módulos que se aprecian en las imágenes que hemos podido ver del hospital de Wuhan demuestran justo esto: materiales no saludables, escaso aislamiento, falta de confort acústico y ventanas relativamente pequeñas a una altura que no permite mirar al exterior desde la postura de alguien que se encuentra encamado. El comportamiento térmico de estos módulos parece ser bajo mínimos. A esto se añade que todas las instalaciones van por el exterior, pegadas a las ventanas, transmitiendo el ruido directamente a cada módulo.

Desde luego es una respuesta correcta ante una crisis de esta índole, como solución ante un estado de alarma de salud pública como la que estamos viviendo. Pero propongo pararnos un poco aquí, y analizar riesgos por dar por bueno un sistema que funciona como parche: no solo puede pasar que lo provisional se convierta en un permanente, sino que se está presentando al resto del mundo como un ejemplo de arquitectura hospitalaria, sin entrar en más detalles.

En el artículo de El País, el arquitecto Ramón Araujo sí aclara en que esta construcción no aporta innovación; y sigue: «Esta notable diferencia en los tiempos se explica, según Araujo, por la falta de interés en España en acelerar el proceso. Aquí ocurre todo lo contrario: correr más de la cuenta no tiene ningún interés porque se pierde dinero. No es un buen negocio ir más rápido que los bancos y la Administración. Tardamos en construir porque el proceso burocrático es demencial, no porque técnicamente no seamos capaces», reivindica.

No solo no aporta innovación, sino que como edificio no saludable, no se puede plantear para un hospital del siglo XXI. Una estructura construida de esta manera, solo es justificable por su urgencia y como uso temporal.

La arquitectura hospitalaria tiene que ofrecer mucho mas, enfocando la mirada en otras prioridades. La duración del proceso de la planificación, del diseño, es completamente necesaria y se basa en unos valores que aportan mucho más que un mero negocio. En la última década además hubo un salto cuantitativo y cualitativo que se puede apreciar especialmente en la cantidad de investigación que se ha realizado en el terreno del diseño basado en la evidencia (o Evidence Based Design), y que repercute directamente en hospitales mejores y más saludables como infraestructuras.

 

¿No debería un hospital aportar salud como edificio?

Me resulta curioso que en el artículo se deje fuera este aspecto, ante la fascinación del tiempo récord de la obra faraónica. Los sistemas modulares en sí son fabulosos, nada que objetar, tienen muchas ventajas. No se trata de demonizar el sistema de construcción, sino la selección de materiales y los detalles que hacen que estos módulos aporten -o no- un ambiente agradable y el confort necesario. De hecho, la pre-fabricación es un buen recurso para el desarrollo eficaz de hospitales nuevos, pero pre-fabricación basada en la sostenibilidad y la calidad.

A no ser que sea una emergencia. Porque los usuarios en este caso son personas enfermas, vulnerables, y el clima interior de estos módulos les afectará, en menor o mayor medida durante su proceso de curación.

 

 

 

El tercer cuidador

Un hospital hoy en día tiene muchas exigencias que cumplir, pero ante todo una: tiene que ser saludable. Saludable en sus materiales y acabados, y saludable en su impacto al entorno, y saludable, de manera directa, en cómo incide en la salud de los usuarios, tanto trabajadores como pacientes.

Nos gusta entender y promover el hospital como un cuidador más, no solo en su distribución que se adapta y facilita los procesos, sino como edificio físico, con todo lo que puede aportar un edificio al proceso de curación: un ambiente sostenible, confortable y, por tanto, saludable.


Imágenes 1-4, tomadas del proyecto «tempohome», o campo de viviendas para refugiados en Berlín Hellersdorf, entre septiembre 2016 y enero 2017.